Nos despertamos el martes en una de las últimas de las ciudades que visitaremos en este viaje: Medellín.
Después de desayunar en el seminario, subimos al colegio Padre Manyanet, que es contiguo a este, y el P. Hernando, delegado de Colombia y director del centro, nos hizo una pequeña ruta por este para enseñarnoslo.
Después de esto conocimos al P. Yosman, quien fue nuestro guía por la ciudad durante todo el día. Entonces, y ya acompañados de Yosman, nos dirigimos al metro de Medellín, enlazamos con en "metrocable", que es un telecabina que llega hasta los barrios más altos de la ciudad, y seguimos con otro telecabina hasta el parque nacional de Arví (tierra de abundancia). Allá visitamos un poco el parque, un insectáreo que había allá, y almorzamos una bandeja paisa al lado de un lago.
Vistas de la ciudad des del telecabina
Los cooperantes en el parque natural
Bandeja Paisa
Después del almuerzo, caminamos hasta el aéreo para ya volver hacia la ciudad.
Una vez estuvimos de vuelta en Medellín fuimos a la plaza que hay delante del museo Botero, y a la catedral, que estaba cerrada con motivo de los preparativos para la celebración del día de la independencia de Colombia. Además de visitar estos dos lugares, paseamos un poco por las calles de la ciudad. Fue entonces cuando fuimos testigos de un hecho que nos sorprendió bastante (y personalmente, tengo que decir que me sorprendió muy gratamente): íbamos paseando por la calle cuando oímos a mucha gente gritar, y perseguir a un hombre con una camiseta en la mano; la policía también le perseguía e incluso un policía disparó al aire para asustar al ladrón. Yosman nos explicó que en Medellín, cuando se detecta a un ladrón, todo el mundo ayuda a cogerlo, ya que la conciencia social de la ciudad es muy grande por parte de sus ciudadanos, que quieren mantener una buena imagen de esta.
La catedral de Medellín
Marcos y Xavi con sus nuevos sombreros
Una vez pasada esta anécdota, fuimos a un centro comercial muy grande, llamado Santa Fe.
Para finalizar el día, regresamos al colegio, donde nos esperaba la comunidad de sacerdotes, que nos ofrecieron una muy buena cena. Comimos todos juntos, compartimos nuestra experiencia en el Putumayo con nuestros anfitriones, y pasamos una buena velada.
Crónica de Andrés
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